Colgada de un edificio en la ciudad del estado de Connecticut donde 20 niños y seis adultos fueron muertos a tiros en una escuela primaria se encuentra una pancarta con una leyenda de cuatro palabras: “Abraza hoy a un profesor”. Es un mensaje a los maestros que se pusieron en acción con un joven armado irrumpió en la primaria Sandy Hook y abrió fuego con un fusil. Los profesores ocultaron a alumnos en armarios y sanitarios, e incluso los protegieron de los disparos con sus propios cuerpos. Algunos, como Victoria Soto, lo pagaron con la vida. Su sacrificio fue abnegado y heroico, y la mayoría de los profesores afirmaron que harían exactamente lo mismo en caso de encontrarse cara a cara con un atacante armado en el aula. Durante la semana pasada, en varias escuelas numerosos maestros recibieron nuevas muestras de agradecimiento de padres y estudiantes que tras la matanza en la ciudad nororiental de Newtown, Connecticut, recordaron cuánto dan los profesores. “Espero que muchos padres vean a los profesores de alguna manera diferente sobre todo lo que hacemos”, dijo Hal Krantz, que enseña en el centro de enseñanza media de Coral Springs, unos 32 kilómetros (20 millas) al norte de la ciudad de Fort Lauderdale en el estado suroriental de Florida. Esa gratitud hacia los maestros es un respiro respecto a los últimos años en que políticos y ciudadanos los han visto como cualquier cosa menos como héroes. Los profesores han estado en el centro de críticas por recibir, según perciben algunas personas, generosas e inmerecidas prestaciones, además de seguridad laboral.
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